viernes, 9 de diciembre de 2011

Diana Poblet

DIANA POBLET
(Viedma-Río Negro)


ENNEBLINADOS


I

Al callar
fue el parlante del silencio
lo ensordecedor.


II

Será esa esquina
la eterna culpable
anónima absurda
indiferente a la llaga que tajea
y al cruzarla,
ensombrece.


III

Con sensualidad de bruma
posar para el dolor
desnudo perfecto
espera del zaguán sin regreso
nadie asoma palabras
ni destruye
la opaca necedad de tu ausencia.


IV

Encontrar la grieta del tiempo
volar desde sus ojos
amplificar el silencio
hasta quebrar
tempestad
abismo
marejada
intentar ser pájaro.


ESA ESPECIE DE TAJO

Eres el que descuartizó la noche
por azotar la playa inalcanzable
en brutal cosecha de cegueras

lejana tempestad antártica
pájaro que enmudeció de ira
y petrificó su rama en el pinar

soliloquio de silencios que deshojó el arce
trémula rosa amarilla en lo escrito
lágrima reseca de adiós.

Eres el que sublevó al grito
y quebró la fragilidad del instante.

Blasón de luz y filo.


LA GUARDIANA

Indómita mi palabra
si titila una esperanza
indómita
a contraviento
a contracauce
a contramano
palabra contravencional
insurrecta
humanizando
días inciertos.

Desoyendo bestias
y cañones.


DECLARACIÓN

Cuando sonreí
debí decir que te amaba
pero ocurrió todo aquello
casi graniza y al final fue sólo llovizna
cayó el muro que no era de Berlín
se derrumbó un murallón de silencio
un pájaro anidó en la estatua de Mariano Moreno
de tu mano brotó una pluma
tu boca abrió las compuertas del olvido
las bombas de Irak continuaron cayendo
los niños pedían monedas
crucé un gato no tan negro
una columna de piqueteros con banderas
y dos perros del baldío
perdí el 60 por incredulidad
tu banco insistía en solitario
el lustrabotas perfumó la tarde con betún
tu voz sugirió un no importa
mi palabra pulsó el silenciador
grotesca me atraganté con letras sin sonido
en ese momento no se movía ni una hoja
fue imperceptible la mirada empañada
ese limpiaparabrisas del ojo
y cuando apenas sonreí
quise decir que te amaba.


LA BRASA


Amanece, ensíllenme el caballo.
José Gervasio de Artigas
(Palabras en su lecho de muerte)

Trenzo pueblo y octubre
y la imagen con fondo negro ardió,
incendió mis ojos.
El caprichoso se ha marchado
nos sorprende la mañana
del día después

el qué vamos a hacer y su escalofrío
en un dolor poblado de Plaza y banderas
una compañía de lágrimas en el Censo de la década,
con más tristeza que habitantes
miradas que abrazaron la ceniza del llanto

Fui una soledad acompañada
creí que estallaría el alud del silencio por la Avenida de Mayo
nadie hablaba
sólo caminaban por el medio de la calle.

Fuimos el pueblo ensombrecido
sólo nuestros pasos
por televisión informaban que llegaría mañana
no quisimos que Ella estuviese sola
y el viento del sur ya habitaba en Buenos Aires.

Aquella noche me adormecí imaginando
¿qué haría con éste dolor genuino
ahumado en hileras de velas blancas?
Y tomé la poesía inconclusa para encenderla aquí,
en esta esquina de papel y mármol .

Pedí
que no se apagase la lucha de los desheredados
de los manos cuarteadas
de los esperanzas sin motivo
de los que ni veríamos en las pantallas,
ni tenían cámaras
para fotografiar un dolor tan igualitario.

Con ellos compartí el inabarcable silencio de la espera
en un traspié de la historia adonde el dolor nos tatuó la fe.

Mansa comenzó la garúa que ya se vislumbraba
Y con el aguacero pasó Néstor y su certeza
más que a despedirse
volvió a despertarnos

Vamos a andar

que aquí no hay ningún muerto
es pueblada su fortaleza invisible.

Él será el fantasma que no equivoque rumbos
junto a ese fantasma marchará
Latinoamérica
y su brasa encendida.

En esa lumbre
más que llorarlo,
vamos a andar
y arderá inextinguible.
Heredamos un sueño.


PARQUE LEZAMA

Rozar el espacio entre la nube y el ojo
incrustar esplendor en lo profundo
permanecer ajenos un sábado cualquiera,
habitarnos desolados
trepar la tarde desde viejos troncos
caber en la fragilidad
en el instante sutil que posee la transparencia de la gota
lejos, y amortajada la bestialidad del noticiero
sin que llegue a demoler la acidules de su palabra

libertario nuestro ojo rasga los cielos, toma carrera
sin detenerse en los brotes del ramaje
empina la rugosidad de las tipas amarillas
cambia de árbol y embiste
repleto de asombro
secuestra todo el silencio de este banco
conecta al Universo sin redes ni telefónicas.

Yo Soy,
esa quietud sin nombre.


SALDO FINAL

Yo decía que no. Que no.
Que no sería posible porque
uno viene de otro lado
de una ladera oculta de la prosa
ahí, adonde Julio rayuelea
ahí,
en el insomnio adonde los inviernos sobreviven en bollos de papel
en una máquina de escribir vieja que siempre desespera,
en la tecla M que funciona a veces pero fue arreglada por mi padre y
el detalle provoca a escribir sin fundamentos.

Y de pronto surge este espacio de palabras palabritas y palabrotas,
con ese jaque anacrónico, heredado, postizo, incómodo.
Ese calor de pies, de andariegos, de hacer la calle porque sí
ó porque no. O porque se puede. O porque se siga pudiendo.
Para la Historia no existen tiempos ni manos ni brazos
y de pronto todos pensaron lo mismo y hubo.
Y la máquina sigue ahí, en su silencio cómplice
ahora, cuando yo quiero que explote y llueva prosa,
que sea fronda y avenida, que acantile, que bosquee, que sulfure y brame
que ruja que fluya que integre y denuncie.

Que diga cuándo, en qué momento asumo el desafío tardío.
Y es grave:

finalmente, luego de negarlo por años
creo que soy poeta
porque me duele el lugar
adonde llevo al Pueblo.


0 KM

Tal vez ya no hay versos

huyeron ante la magnitud del rayo
y la brisa fue pantera
o el destino una caja de cultrum

tal vez los poetas envasen suspiros
para vender en Plaza Francia
a precio de bagatelas

por no estafar pasados
ni apostar futuros
ahora que este día viene tan nuevo
tan sin huella
y la lágrima ya no recuerda
el sendero pardo del ojo.


SOLEDANDO

No hay extensión más grande que mi herida
Miguel Hernández

Dejó un ramo de flores amarillas
a la vera de mis ojos, esa noche constelada
en la brevedad de los tiempos
qué detallado fue el olvido

ese impenetrable
bosque de pesadumbres
ese olvido manco y sus impedimentos
irrumpen en miserables fragmentos
renombra sin intención
y se desmadra, arruga y cruje
en la pena más honda del ojo

y se hace bombo o metralla
en un silencio de iglesia
ahí
adonde sólo los elegidos se adiestran
en la batalla del grito inaudible

creer estar en el lugar equivocado
eludir señales
pasar el semáforo en rojo
y arrancar un pedazo al cielo
para dejarlo ir como se van los barcos
mansamente
entre ola y viento
dejarlo ir sin detener el tráfico
sin decir lo significante
sin mirar al costado
porque ya se dibujó su ausencia
entre tantas gentes
en una ciudad de millones
dejarme estar acá,
templada y quieta

y sentirme grandiosa
porque no hay nada
nada quedó
sin evidencia del tatuaje
persisto
en velar universos provisorios
mentiras piadosas
seducciones precarias
me extravío en este ocaso de vida
después de haber sentido aquello
ese toque de dios
esa espada de dulzura
ese trepar el amor como árbol
montaña, abismo o nube

ese olvidar qué éramos
cuándo
cómo
porque no encontramos respuestas
y ponerle el cuerpo y el alma
por conocer en un instante
que nos encontramos
a nosotros mismos
y somos el nirvana


YO SOY

Me dejó un ramo de flores amarillas
y ese tajo de recuerdo.
Sólo letras que perfuman
este frío,
esta ceguera por no oír
este silencio de dios.

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