viernes, 9 de diciembre de 2011

Leonor Mauvecín

LEONOR MAUVECÍN
(Córdoba-Córdoba)


SON LAS ALAS DEL VIENTO

Son las alas del viento / las que hablan
las que murmuran
como oscuras mariposas arañan mi piel
pero yo la perfumé con alcanfor y eucaliptos
para espantar los males.
Y para espantar los dolores / bebí poleo / ruda y ajenjo
en medio de la noche.
He bebido la noche en medio del silencio
He bebido el silencio en medio de la soledad.

Pero el silbido del viento me recuerda:
-estás sola.
El silbido canta al oído una canción secreta:
-Eres mi hija- me dice.
Y yo / no lo quiero escuchar


CON LOS TINTES INDELEBLES DEL MONTE

Con los tintes indelebles del monte / teje.
Con sus raíces.

Verde claro en el haz
verde grisáceo en el envés
y el amarillo
en la hebra
que escribe en el telar un poema antiguo.

Trama que ella urde al calor de la tarde
a la sombra de la casa / al calicanto / en el patio.
Tierra dura / sal en la lágrima / sobre la lana áspera.

Áspera como las manos de mi madre
que tejen
con todo lo que falta.


LA MENTIRA

La mentira tiene patas cortas -dijo mi madre.
Pero fue cuando sentí el corazón
en el cucharón de la sopa / el aroma
del pan recién partido en el agua de la boca.

Cuando mentí / dije:
Quiero ir al convento madre / las monjas me necesitan.
Seré feliz -dije
Y se quebró la palabra en retazos de silencio
y fue el destierro.
Como desentierran los bulbos de Narciso en otoño.
Como se desprende la cebolla del manto de la tierra
con su bolsita de lágrimas.

Elegía en las manos vacías de mi madre.
Elegía en la boca vacía.
Mi madre dijo:
-La mentira
tiene las patas del hambre.


MANZANAS

En el patio del convento / en el silencio de la siesta
limpio con la escoba el piso de tierra.
limpio
y a la sombra / en el perfume del verde / en el gorjeo:
las manzanas.
Ajena fruta prohibida en el jardín recoleto.

Recuerdo entonces antiguas historias
otros jardines / que me cuentan las monjas.

Cedo a la tentación

Escondo la fruta en el regazo
la pobreza
cubre mi culpa / con sus manos.


DULCE DE DURAZNOS

Tierna lozanía en el agua de ceniza / los duraznos maduros.
Cristales de azúcar en el calor de las brazas / el almíbar.
Abrillantan soles en los frascos de vidrio con un carozo escondido.
Se ocultan entre la loza blanca
entre los zapallos y los oscuros ajíes y las naranjas.
Adrenalina en mis manos en la siesta.
Dulce regalo
el placer
hurtado del armario en la cocina.

Pero la avaricia del convento
tiene un cuerpo que ondula y serpentea
se viste de sentencias
como un eco / como la campana de la iglesia / repite:
-El infierno tiene el color de los duraznos.
Saco la lengua, la paso por mis manos / por la comisura de la boca
y pienso: Dulce sabor tiene el pecado.


UNA VELA ME ALUMBRA

Una vela me alumbra
y traza signos ilegibles en la noche.

Su luz cubre mi cuerpo
juega en mi almohada.
Su luz.
Su mortecina luz.
Su escasa luz.
Su pobreza / tenue
me alumbra y sin embargo
las sombras juegan en el cuarto
y me dan miedo.

Pero la luna
baja / sigilosa
y duerme en mi cama como un gato.


LA ABUELA

La abuela ha recogido el zapallo en la huerta.
Ha pelado los choclos.
Juego a desgranarlos como pepitas de oro.
Mezclo los granos y la leche tibia
y el cuenco sabroso del zapallo los guarda.
Y a la lumbre de las brazas
al rescoldo / mi madre los cuece.

Siento alegría de fiesta esta noche.

El aroma de los frutos de la tierra invade la casa
trepa por las paredes de adobe
baila entre las vigas de quebracho.
Chispas de estrellas en el fuego
y la abuela / en la penumbra cuenta.
Cuenta y su palabra
es pan entre las brasas.


VERGÜENZA

Mi madre tejió para mí
un vestido.
Lo tiñó con el marrón claro de la algarroba
y el verde de los pastos
y en cada uno de sus pliegues
hilvanó / su vergüenza de mujer sola.
Yo desaté los hilvanes y ovillé el hilo
y con esa lana áspera
áspera como mis manos
tejí un manto de vergüenzas
que me cubre los hombros
y la espalda.


PUNTO SOMBRA

He bordado la tarde en punto sombra.
El lucero / apenas / dibuja su sonrisa.
Llevo en el hilo un peso desmedido.

El ojo de la aguja / llora / oscuras amapolas.

Ojos de sombra perforan la nostalgia
y mi silueta
puntada a puntada
lastima el percal.

Urdimbre de mujer que borda.

Desdoblo la tela / sobre el revés
en el trazo de la sombra.

Descreo y creo.


PALOMAS DE HARINA


Le doy forma y me creo Dios
Glauce Baldovin

Mis manos son palomas de harina cuando amasan.
Vuelan sobre la mesa / dibujan un nido
pongo allí los huevos / y la blancura
acuna el sol y la vida / como una moneda dorada.

Estiro la masa / hundo las manos y en ella
le doy forma y me creo Dios.
Un perfume a monte ahúma la tarde.
Un olorcito a pan
invade la casa.
Entonces
como un aroma suave / me consuela
el olvido.

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