viernes, 9 de diciembre de 2011

Olga Liliana Reinoso

OLGA LILIANA REINOSO
(General Pico-La Pampa)

MARGARITA SILVESTRE

Margarita descalza desarropada
flor de Lihuel Calel, vida en la sierra
oráculo de amor que se deshoja
ante el viento pampeano que pregunta
estás enajenada ninfa de la aridez
tus pétalos en blanco no encuentran la palabra
yo soy tu endechadora
pero soy a la vez tu perfume a hembra herida.

No puedo hablar de mí
ya no soy yo
he devenido tallo en el vendaval
sin historia sin nombre sin huellas en la arena
solitareando rumbos por el desierto
follaje verde azul nazco en las grietas
amarilla de sol como mi sed
botón de oro, arbusto, resisto plagas
y sin embargo muero por quien no está
tras tu pátina rubia mi voz se esconde
para robar de apuro un guiño del sol
flor de los pobrerales, sin oropeles
dejame que te mire para poderme ver
en tu angustia asoleada de soledad
brilla el bruñido espejo de mi dolor
devolveme en silencio tu paz salobre
tu augusta fortaleza en la tierra yerma
tal vez así me brote un pétalo nuevo
para decir no he muerto: hoy florecí.


LUNALMA

La luna tiene fisuras
por donde se esconde mi alma
y hasta ella levanto muros
cuando el miedo se agiganta.
Porque de su luz de parto
nacen alas liberadas
y bajo su influjo, sueño
con amores que no acaban.
Que la mentira no existe
que el dolor sólo es patraña
que mi boca anda desnuda
por sus cráteres de magia.
De su cuarto más creciente
soy una punta de lanza
y trepo desesperado
por el haz de su esperanza.
Desde el placer de su cima
la muerte se empequeñece
y nuestra mezquina sombra
se acrisola, resplandece.
La noche es una vasija
de abrazos y mieles nuevas
si por la alfombra del cielo
la luna se contonea
Es bella cuando reposa
en el borde de mi cama
o me da su mano frágil
cuando viajo en la hondonada.
De espiarla no me canso:
la luna es mujer y canta
para que los miserables
tengan mendrugos de plata.
Frígida luna que ignoras
las pasiones que desatas
no me claves tus puñales
en la seda de mis ansias.
Déjame soñar contigo
déjame mudar mi pena
al lecho blancoazulino
que tu pubis redondea.
Quizá esta humana tristeza
caiga de bruces y escarcha
sobre el miedo con dos manos
en tu calesita blanca
y se produzca el milagro
de retornar a la infancia
para que me mezas, madre
y tararees viejas nanas.
“Dicen que tiene la luna
amores con un jalé
y que toitas las noches
con er gitano se ve”.
Quiero ser ese gitano
quiero amarte hasta gritar
quiero meterme en tu entraña
y no volverme a apagar.
Quiero tu luz, vida mía
quiero tu esférica calma
para que este oficio de hombre
no me sangre en la mirada.
Y así, con tu paz a cuestas
creer que todo es real:
la belleza, la ternura
y el amor por los demás.


A QUEMARROPA

La poesía no es una niña cauta
De pasos recatados y de tímidos ojos.
No es un día de otoño
Ni un discurso parsimonioso y vacuo.
La poesía no es trampa
Fraguada en los despachos.
Pero es revolución
Y alborota la sangre
Porque es vida y transita
Las regiones ocultas de los despalabrados.
Para que no haya tregua
Para que no descansen
Los locos hacedores de paz y de justicia.
La poesía es fusil
Detonando palabras
Y debe y puede y quiere
Disparar sin piedad
A quemarropa
Sobre tu indiferencia.


CREPÚSCULO

¿Qué se muere de mí o qué renace?
¿Qué se va avioletando en la trastienda,
Qué “hilachas” de la luz me pertenecen
O acaso todo es sombra de la sombra?
¿Qué desenfado alerta se empobrece
Ante la claridad oscurecida?
Novia de lluvia, vaga cercanía
Con el galope indómito del río.
Algo de mí, algo de vos se aquieta
Se aplaca en la garganta de la tierra
Y es paz genuina la voz del horizonte
Que con su lejanía nos atrapa.
Recuerdo atardeceres infantiles
Atravesando el llano con mi padre;
Su silencio azulado me colmaba
Y aún, sé que habita en todos los crepúsculos.
Porque morir es parte de la vida
Porque la oscuridad anuncia el día
Porque en mi soledad cantan alondras
Atardezco de amor en sol menguante.
Como el rescoldo que mantiene tibias
La esperanza vital y la nostalgia
Llueve la tarde sus copiosas gotas
Antes de la embriaguez de luna y plata.
Atardecer palabra nieve amores
Caricia que mitiga los incendios
Paisaje vivo, somnoliento encanto:
Ocaso acaso quizás y todavía.


DESVELADA

La noche de tu pelo
El incendio voraz de tu mirada
Tu parquedad poblada de erotismo
Tu boca manantial de aguas termales
Me hacen trastabillar en la galaxia
Agónica y fatal donde te evoco.
Quiero tus manos
Que moldeen mi arcilla
Quiero inundarme en barro lujurioso
Quiero comerte a dentelladas leves
Ese letal rasguido que produces.
Sumergirme en tu océano de besos
Multiplicarme en dedos que te rocen.
Quiero lo inmaterial y lo profundo
La savia de tu árbol milenario
La completud que sólo dan tus ojos
Y el remanso después del maremoto.


VOCES INAUDIBLES

Qué tienes en el alma, cazador
que no sientes
cómo late mi sangre
cuando me matas.
Qué tienes en la mente, cazador
que no piensas
que la vida es la misma
paloma y hombre.

Yo quiero que me digas
por qué sales de caza
qué ternura te falta
cuando empuñas el arma.
Qué beso no te dieron
qué ausencia te dejaron
para que me asesines
en absurda venganza.

Picasso me ha pintado
con la rama de olivo
Alberti y tantos otros
me escribieron metáforas.
La paz de todo el mundo
me lleva en sus banderas
y en la Plaza de Mayo
tengo miles de hermanos.

Sin embargo, tus ojos
cebados, insaciables
me buscan en la tarde
como crueles verdugos.
Quizá si yo tuviera
el don de la palabra
detendría tu bala
gritando: ¡No me mates!


PALABRA EN EL MANTEL

Un laberinto, recovecos oscuros
piezas sueltas
la borra del café
y una palabra
que se desliza y cae en el mantel.
Huellas ambiguas, minúsculas arañas;
en la sombra vetusta de una boca
se escandaliza la canción. Espera.
Caen recuerdos como lluvia
mojado, el corazón, se aleja.
Verlo partir es un dolor insobornable.
Por eso vuelvo a desandar las horas
a tejer y destejer una metáfora
a volatilizarme con el humo
que anuncia la partida de los barcos.
Lánguido el sueño sueña que no sueña
y tropieza otra vez:
la misma piedra con su boca abierta
lo recibe en abrazo de ignominia.
El hombre el bienamado el inasible
rompecabezas cruel
vil utopía.
No hay cuenco para el agua
ni perfil asimétrico
la luna es solo imagen reflejada
en el hostil espejo de la noche.
Esos lobos aúllan desahuciada intemperie
mutilación del grito para izar la bandera
en esa tierra ajena y usurpada
luna cristal oráculo mentira
zarpan mis ojos cuando zarpa el viento
y el paisaje se cuela en la memoria.
Encontrar el sentido de la aurora
la sinrazón de la razón absurda
una respuesta clara una palabra
que brote del mantel: beso en ayunas.
Encontrar la coreografía sutil
esa preciosa gema del engarce
compendio de la luz y la alegría.


ESTE LUGAR

Su figura de alondras y planicies
su forma inacabada de horizonte
el beso añil de los atardeceres
con el recuerdo manso del patriarca.
Su extensión, su tierra monocorde
su silueta frugal de girasoles
música intraducible que germina
en un beso que asciende sin fronteras.
La gris monotonía, la nostalgia
un pasado de mar y caracolas
la hendidura de acero en sus entrañas
y un voraz apetito de simiente.
Un extraño romance
una perversa manera de entregar y de negarse
permitir que el indómito rugido del huracán la veje y la enamore.
Escandaloso territorio virgen excesivo de cielos y distancias
donde una luz obesa y descarada
pinta murallas y urde madrugadas.
El rasguido inocente de la espera se desafina de inutilidades
porque en el ojo unívoco del tiempo
nada sorprende, nada sobresalta.
Odios y amores se entretejen lentos
crecen en la banquina del olvido
y ofrecen una burda fruta ajada
al penitente que se atreve a amarla.
Caravanas de estériles palabras
vagan en la orfandad del bien ausente
y no existe ilusoria militancia
para abordar la desmesura del hallazgo.
Despojar la palabra, arrancarle toda su carnadura
llegar al hueso, volverlo transparente
para ver el trasluz de la esperanza
en la habitual hostilidad del páramo.
Un leve llovizna la desflora
la desnuda de sus áridos harapos
amansa su bravura y su silencio se puebla de trinares.
Este lugar no bendecido no buscado no amado ni elegido.
Este lugar que no me pertenece
y, sin embargo, es mío.


MOTIVOS

Vengo a decir que ignoro tantísimas verdades
como fuegos que enlutan el corazón del pájaro.
Vengo a decir que creo en tus ojos frutales
que me aroman de luces las costumbres cansadas.
Vengo a dar testimonio: el miedo es una infamia
y no hay llaves que cierren la palabra que salva.
Vengo a darte mi mano en cuerdas de guitarra
para que no embalsames tu voz de madrugadas.
Vengo desde la hondura de algún dolor oculto
a parir un milagro que inventamos de apuro.
Vengo a través del viento de oscuras tempestades
para sembrar memoria en la tierra descalza.
Vengo desde la noche de una pena innombrable
dispuesta a dar batalla y a comenzar el canto.
Vengo al cuenco salobre del llanto trotamundo
con pasaporte de alas y equipaje liviano.
Vengo a decir que es cierto lo que tu sed presiente:
un grito que derrama su furia en las ventanas.
Vengo a contar que alcanza con los tristes harapos
para alzar la bandera en los cielos de mayo.
Vengo a decir que vivo con sutil resonancia
todo el dolor ajeno de aquellos que no hablan.
Qué azul cosmogonía me sucede en el alma
qué verdes transparencias descubro junto al alba.
Tengo sueños urgentes para darte en las manos
manzana sin pecados dorada de saberes.
Abro tu puerta máxima, tu corazón en llamas
y me unjo maestra con palabras tempranas.
Porque creo en la hechura del hombre transparente
enciendo esta fogata de amor entre la gente.


AGONÍA

Paulina estaba muy triste. Tan triste como para desteñir los colores más audaces.
Y lo más doloroso eran sus ojos, su mirada en permanente desconcierto.
La gente rehuía su mirada por temor a desbarrancarse en ese vacío que era un grito intangible pero tan poderoso que calcinaba las entrañas.
No era Paulina la que merodeaba la casa en silencio. Era su propio fantasma, lo que quedaba de ella.
En secreto, en su cuarto, pegaba los trocitos de su vida y su cuerpo y su alma. Con adhesivo transparente los pegaba. Pero de tal modo la habían hecho trizas que siempre le faltaba un pedacito y quedaban los huecos.
Las razones de su pena insondable eran el desamor, el abandono, la humillación.
No iba a sobrevivir sin el abrazo de José, sin el apoyo, sin la muralla de José -gritaba su corazón tullido.
Paulina se había aferrado a José, pero nunca creyó que él la quisiera de verdad, la quisiera solo a ella.
La sombra del engaño, la pesadumbre de la infidelidad fueron creciéndole por dentro como un embarazo interminable, pero en lugar de parir un hijo parió la soledad cuando José no pudo más contra su desconfianza.
La madre de Paulina quería, intentaba, luchaba, pero no era suficiente. Paulina se marchitaba ante sus ojos sin que la llovizna de su amor derramara fertilidad en el desierto de la ausencia.
Paulina sentía que ya no tenía futuro, no tenía esperanzas, no tenía a José.
Paulina era una pregunta retórica. Una negación contundente era José.
De nada le valían las palabras de consuelo, el amor a raudales de sus amigos y parientes.
Paulina se iba secando, se iba oscureciendo como un atardecer sietemesino.
¿Cuánto tiempo tarda el dolor en morirse? – se preguntaba Paulina - ¿Lo sobreviviré?

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