viernes, 9 de diciembre de 2011

Marta Ortiz

MARTA ORTIZ
(Rosario-Santa Fe)


PÉTALOS

A tientas lo atravieso: umbral de olvido al cascarón desierto.
Grumos escuálidos / arena / en el cuenco de mi mano.

Solfeo de tablillas desmenuzadas:
bajo continuo debajo de mis pies
a ras de agua / a ras de pozo.

Sopla un viento lunar dobla los pasillos de la noche.
Silencio de telaraña.
Hilachas, la cortina de cretona floreada
master piece de mi madre al pedal de la Singer.

Sin parpadeos absorto en el recorte irregular
(astillas de vidrio esmerilado)
resiste el rumor sepia del paisaje / hasta secarme los ojos.

Nítidas
las florecitas rehílan blanco /el patio de ladrillos,
su antigua nevisca de ciruelo en primavera.

Pétalos de cerezo caen: / ¿es belleza o ilusión? (*)

Cifra de infancia y juventud,
gotea / el árbol
la breve vía láctea
cubre el piso de ladrillos.

(*) Poeta Saigyo, (Kioto, Japón1118-1190).


NO PORQUE NO PUEDA SALIR DE MI CASA

No porque no pueda salir de mi casa
hundirme dócil en la vida diaria
al fin y al cabo es vida conocida.
No porque más allá del umbral
no encuentre el mar azul
sino mareas de herrumbre
o porque no quiera abandonar mi depósito de libros
este mundo de objetos entrañables
crecidos entre mis papeles y yo:
fotografías, cajitas de hojalata:
esa de pastillas
Violet de Flavigny
o la de té:
Alice’s adventures in wonderland, según Tenniel
en las caras laterales;
o la caja de cartón acanalado donde guardo pétalos
y hojas de roble y otros árboles
que enrojecen los otoños.
Por ninguno de esos motivos
es que no me ausento de mi casa
ni siquiera
por las páginas que leo:
Celan y Chéjov
poemas y cuentos:
“Vania”, por ejemplo.
No por tan antiguo vasallaje
sostengo mi domesticidad,

no salgo por otra razón:
afuera está oscuro
garúa, hace frío.


ENCUENTRO

Viene a mí,
la resguardan corolas de humo.
Una flor decolora sus dedos:
quizá una campanilla azul
(¡Dios!, la fragilidad de esas flores,
cortarlas era decapitarlas).

Viene a mí,
la viste una seda carmesí
(el tornasol hace aguas
rebotan los grises
sangran apenas los verdes)
un par de gacelitas de badana
vulnerable en los pies.
Reconozco la liviandad:
pisar sin pisar,
el viaje de una pluma.
(presiento en mi mano el calor
la leve humedad que destilan sus palmas).

Avanzo, la voy,
rasgo el velo:
un efecto cinematográfico
(el cine mudo ponía acordes
destemplados, plantaba tinieblas
ojos asombrados, boca de corazón);
pero era sólo eso,
un efecto.

Ella es todavía gacela
un engaño un verosímil
y toca mi mano la humedad
de sus dedos enguantados.

Pero el contacto intimida
desanuda mi mano de la suya
gamuzada.

La fina badana
hunde su marca de gacela en la noche.

La silueta impalpable
sobre pantallas vacías.


CADA TANTO EL ECO

Cada tanto el eco
supura, gotean
el cansancio aquella noche
el hotelito de mala muerte
cerca de Tandil abría la boca
succionándonos
no olvido los ojos velados
la mirada cruda del conserje.
Veníamos del mar
el equipaje cargaba el viento marino
el olor a sal,
Tears in heaven garuaba en los rincones
-Clapton sube la escalera con nosotros –, dijiste.
¿O quizás su hijito aún vivía y no era Clapton?
Puerta número seis
la llave relumbraba entre tus dedos.
Había un florero de cristal
(sonreíste porque dije cristal)
un ramito de fresias.
Dormimos allí
velamos mi febrícula mi dolor de cabeza
que obligaron a la pausa
a buscar el albergue al menos limpio
un comedor presentable:
conejo a la cazadora, el menú del día
y el sabor salvaje acidulado
nos acompañó toda la noche
hablamos hasta secarnos la lengua
de casi todo
dos aspirinas mediante
y té de limón azucarado.
Lo de siempre
los proyectos el futuro
el filo de los libros
yo era de comunión diaria
con libros como hostias
las voces me habitaban
en ese tiempo eran Julio
y Alejandra desvelada
pasajera de la noche.

Oía tus párrafos,
un oleaje lejano:
que la economía
que la base filosófica
que había un sentido oculto…
Me dormía
arropada en la monocordia.
Columpios,
así se oía tu voz de madrugada.


ORÁCULO

A mi abuela Iti

…el recuerdo es el pliegue y el olvido la urdimbre.
Walter Benjamin

I
Esa mujer trenzaba un rodete en la curva de la nuca.

Un suburbio de agua,
su retrato
abruma mi ciudad de olvido.
La mirada aguda interpela el vacío.

Hubo glicinas
tardes de mimbre
sombrillitas chinas
muñecas Marilú,

las voces niñas de las otras nietas
desenterraban
el único hueso escamoteado para mí:
el mito,
silencio de camafeo.

II

No la abuela que no conocí,
la que bebió del cactus en el desierto
el agua
la que pisó corajuda el fortín
a contramarea de la patria
vulnerada y venerada
en mi ciudad de amnesia.

No la que murió
loca de vieja y asmática
en el confín,
del que un día
no bajó más
altillo des-aireado
solo fatiga y asfixia.

Para que se cumpliera
cada línea y entrelínea,
el oráculo
al pie de mi cuna cifrado:
su mirada nunca encendería la mía.

Solo puentes.
Voces tendidas en el tiempo.


INSTALACIÓN

En vaga composición de olores
satura la mañana,
una terca mota de azahar.
Travestida de flor,
cadencia cítrica,
la mota descarada
desmorona
el hálito a desecho acidulado
en el contenedor.

Y aunque ronda
en lo azaroso del azahar
la cálida memoria
de un tiempo de flores y de frutas,
el sesgo a primavera
embiste el bulto amorfo
en el atrio cultural:
lo adereza, lo atavía,
lo centra en la retina.

Curiosa instalación,
la precaria quietud de la escultura
sobre trapos y al abrigo
de una plancha de cartón,
denuncia el alcaloide,
implacable
sopor del pordiosero.


VALPARAÍSO

Sonoro y naranja
-mar crespo de flores heladas sumergidas-
el puerto vivo alitera.

La ciudad pende
engarza cruces, cúpulas
se sale de sí
replica
la oscura paciencia de un Sísifo urbano:
sutura rotura
rehila rotula
troquela:
setenta balcones y amarantos amarillos brotados
donde una mujer y un hombre y alguien más
sacuden su alfombra persa,
salen a volar.


OCULTO EN LA BRUMA EL PUEBLO FLOTA

Oculto en la bruma el pueblo flota
tejados colorados.
Toco la piedra coagulada
los muros milenarios.
Agrios escultores tallaron la sangre
los ahorcados hamacan el viento:
V de Víctima, pero de Verdugo.

En la plaza se mecen los olivos
el sol barre las sombras.
Camino otros pasos
Tras mi sombra sin historia.

Nubes de humo
truecan cielo por tierra.
Del vientre evanescente
brotan la vieja y el viejo.
De la mano (lagartijas)
salen a beber el sol.

Fantasmas centenarios
levantan tras de sí
polvaredas del infierno.
(de Diario de la plaza y otros desvíos, El Mono Armado, Buenos Aires, 2009)


ESCRITURAS

Toda charla es un oficio estéril.
Una escritura sobre la pared del viento.
Joseph Brodsky

Según el adagio del poeta ruso
la biblioteca es un desierto
duna de papel toda escritura
página errante
que no volveremos a encontrar.

Sumo al anaquel
mis castillos de viento.
Escribo en el agua
grafías de lapislázuli.


EN PRIMER PLANO UN BORDE ROCOSO SE ACANTILA
amplía o embebe el viento mi vestido blanco.
Al pie del farallón /el bramido azulísimo del mar.

No recuerdo en qué película
de pie sobre el humus
-húmedo-
hundía mi huella

la traición en vilo, el paso en falso:
álgido arabesco y posterior caída,
la tela vaporosa abría un embudo
perdía sus plumas.

Un toque de maquillaje y a escena.
La secuencia sobre papel de estraza,
boceto a plumín y tinta china.
La misma.
Siempre.

(inéditos)

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