viernes, 9 de diciembre de 2011

María Teresa Andruetto

MARIA TERESA ANDRUETTO
(Arroyo Cabral-Córdoba)


AHORA QUE VIENE EL TIEMPO DE LOS PÁJAROS

Ahora que viene el tiempo de los pájaros
y de los brotes en las ramas y la blancura
del almendro,

ahora que salgo al aire por las tardes
y riego plantas y veo cómo la tierra bebe
el agua,

ahora que se agitan las polleras
al murmullo de la brisa,

ahora que los niños conquistan el baldío
y construyen refugios y saltan vallas,

ahora que en el barrio las mujeres se sientan
a la sombra de los fresnos y toman mate
y hablan,

yo miro a cada instante hacia el Oeste, hacia
tu casa.

Primavera de 1992.
In memoriam Clara Rut Crimberg.


ENTRE TUS FAUCES

Río de lomo azul donde navego
con la cabeza otra vez contra
la orilla, devuélveme el resuello
y el talle que he tenido entre tus fauces;
y esta memoria que se lo come todo,
llévatela. Aquella niña calando
sandía en el patio y los amargos
granados abiertos, diamantes
de azúcar, llévatelos. Llévate también
a ese hombre de cejas espesas
y mirada viva que me ha mirado tanto.
Llévate los días, y el recuerdo
de los días, y la tarde en que se fueron,
y el abrazo. Muchas veces Caronte
me pidió que entregara la dádiva,
y yo la di, y los subí a la barca,
y los empujé hacia el agua
que hace sombra. Vuelve siempre
un camino de cipreses y el crujido
de mis pasos en la arena. Vuelven
los que trazan la huella de los días
y reclaman: Mira hacia arriba.
Y yo por el cielo, huérfana, buscando
el Caprino, los Gemelos, un recuerdo
de agua azul sin alimañas. Mira
hacia arriba, dicen, y yo en tus fauces
otra vez, contra la orilla.


PAVESE 1

Entre mujeres solas hemos hablado de él
uno de estos días de marzo,
y de la tarde en que mi padre lo vio
pasando la caserma. Dos perros
lo arrastraban y esa tristeza
que no ha vencido nadie. Il diavolo
sulle coline acecha. Es el 45 y la guerra
cansa . Están en Piazza Cavour
o en Superga. En Torino, no en Le Langhe.
Mi padre muerto parece que me dice
al oído “he pasado Stupinigi
hacia mi pueblo”. El otro se llama Cesare
y escribe en plenitud acerca de esas cosas
pequeñas que nos suceden a todos
y de volver y no encontrar ya nada.
Mi padre es partisano, un partisano
de Ghío, y ha cumplido veintitrés. Antes
que cante el gallo me dará esas voces
que se oyen desde lejos, el eco
en la colina. Están cerca las tierras
fértiles, el cuerno de oro devastado,
y la ciudad que es gris, no tiene
cielo. Alguna vez dirá no escribo más,
el lápiz cruzado sobre el diario. No habrá
qué hacer en la ciudad vacía sino esperar
y esperarás que llegue. Por esta calle hasta
el hotel mañana, vendrá la muerte y tendrá
tus ojos.


PAVESE 2

Entre mujeres solas hemos hablado de él
uno de estos días de marzo oscuros
contra el cielo rojo y de la tarde
en que mi padre lo vio pasando la caserma.
De las correas dos perros lo arrastraban
y una tristeza que no ha vencido
nadie. Il diavolo sulle coline acecha,
siembra de sangre estos lugares familiares.
Es el 45 y la guerra cansa.
Están en Piazza Cavour o en Superga.
En Torino, no en Le Langhe, ciprés
y casa sobre el borde de tu tierra. Mi padre
muerto me dice al oído “he pasado Stupinigi
hacia mi pueblo” y el dolor se desvincula
del ansia y subsiste solo en el alma. El otro
se llama Cesare y escribe sobre las cosas
que nos suceden a todos cuando volvemos
y no encontramos nada. Mi padre
es partisano, un partisano de Ghío
y ha cumplido veintitrés. Antes que cante
el gallo me dará esas voces
que se oyen desde lejos, el eco
en la colina. Están cerca las tierras fértiles,
sitios que no son un lugar entre los otros
sino un aspecto de las cosas ahora devastadas.
La ciudad era como un lago de luz, se ha
vuelto gris, no tiene cielo. Alguna vez dirá
no escribo más, el lápiz cruzado
sobre el diario, y acabará el oficio
de vivir. No habrá qué hacer en la ciudad
vacía sino esperar y esperarás que llegue.
Dirás palabras no, si fuera un gesto. No
escribas más y ella vendrá, por esta calle
hasta el hotel mañana, ella vendrá
y tendrá tus ojos.


DEL LATIN RECORDIS

El nos leía a Pascoli en la luz
de la mañana y hablaba de las tardes
aquellas del otoño, los perros oliendo
entre las setas, cuando iba con su padre
a buscar trufas. Ella sabía de memoria
la vida de él. El nombraba la guerra,
los años escapando, el abrazo
de Paolo y Etiopía. Ella escondía
bajo el plato las cartas que llegaban,
y les sabía los nombres a los primos
lejanos. A veces en las tardes
recientes del otoño, ella recuerda
a Pascoli y a un pueblo que no ha visto:
hay un niño con su padre y unos perros,
y hay un hombre que se larga por los techos,
y un amigo, y es otoño,
y es la guerra.

Para María Cleofé Boglio.


HAMACA

Estoy en cama
(la enfermera
se llama Erminda)
Por la ventana que da al patio,
mi hermana pasa a bordo de una hamaca.
Pasan también las moras, el verano,
las chicharras. Ha de ser octubre,
como esta tarde, o tal vez noviembre,
y el calor agobia, porque mi padre
que llega del trabajo, se ha soltado,
cosa extraña, la corbata. Yo estoy
en cama. Y Ana que pasa alegre,
viva, a bordo de la hamaca.
Habrá sido de vidrio el aire,
como esta tarde.


PERAS

Había una rosca cubierta
de azúcar, una mesa con el hule
verde y una frutera de vidrio
(por la loneta de las cortinas, el sol
sacaba tornasolados color de ajenjo),
y había peras. Recuerdo los cabos rotos
y el punto negro que, en una de ellas,
hace el gusano. Sé que las dos teníamos
el pelo corto y unos vestidos
almidonados.

Después algo (quizás el viento)
sonó allá afuera y mi madre dijo
que acababan de pasar
Los Reyes.


LAS AMIGAS DE MI ABUELA

Íbamos a verlas
los días de los muertos,
cuando la muerte no dolía.
Mi madre (que era hermosa y usaba
tacos altos) nos llevaba de la mano,
se pintaba la boca. Hablaban piamontés,
la palabra cerrada en la garganta a gritos.
Nos ponían vestiditos blancos de piqué
y volvíamos con olor a gladiolos,
a margaritas. Tenían una casa oscura
las amigas de mi abuela, y el tamaño
de un hombre. Ellos en cambio
eran flacos, frágiles como niñas:
se llamaban Geppo,Vigü,
Gennio, Chiquinot.


MARIN´A *

Mi madre está dormida, con su solero
de flores sobre la colcha (tiene el pelo
tomado con invisibles, huele a agua
colonia). Mi abuela se acerca,
le dice algo al oído y lloran las dos.

La que ha muerto tenía las uñas
amarillas, un misal y un relicario
con pelos de Santa Cecilia.

Hay murmullo de rezos,
una cama vacía, una pañoleta
oscura, una taza de café
(pasa el vapor todavía),
el piso de ladrillos,
la mecedora, las glicinas...

Alguien nos alzó
hacia el tufo de la muerta
(se llamaba Elizabeta),
para que viéramos.

(*) Madrecita, en piamontés, es también la palabra con que llamaban a mi bisabuela.


EXTRAVÍO

Aún no sabe decir
su nombre y la han mandado
(a lo de Rabachino,
a comprar harina, azúcar
negra, polvo de hornear).

Si lo hace bien,
le darán
(caramelos, estampitas,
besos).

En el bar hay olor
a hombres, y a vino viejo.
También un piso
flojo de madera,
y ya está el miedo
de pisar en falso.

Lleva un papel escrito
(en el hueco de la mano
lleva la letra de su madre).

Le han ordenado:
No te pierdas, y va mirándose
los pies, cuenta
los pasos.

Cree
(...pero es una intuición
oscura) que quien se mira
los pies no se extravía.


Cuenta los pasos
(y después las sílabas,
los cuentos, las monedas),
con los ojos fijos en los zapatos,
pero lo mismo se pierde
en el recuento.

1 comentario:

  1. Otra poeta de alto decir en la sencillez aparente de sus versos. PAOLANTONIO

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